14 de octubre de 2010
En años ancestrales se miraban de lado a lado, frente a frente, y el abismo se abría a partir del contorno de los iris. Pero nuestros ojos ya están faltos de gasolina, de adrenalina o simplemente de agallas, ahora no pasan de las manos. Te miro los zapatos, subo la mirada y observo tu pulgar, que trabaja sobre la piedra del mechero. No conozco mundo más allá. Recuerdo el punto en mi vida en que quemamos la decencia. No quiero ser respetable, susurras. Yo me retraigo, comienzo la contracción sobre algún eje y en un aliento suicida ato cabos. Mis pupilas echan ancla en el fondo del pozo de las tuyas y al fin nadie importa. Tampoco importa que cruja este suelo viejo, que bajen las temperaturas, que suenen ecos o que estemos perdiendo intensidad. No quiero oscurecer.
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Re acciona