12 de mayo de 2010
Gané el sur.
Si me embiste un mal presagio,
no hago más que torcer a la izquierda.
Siempre funciona, es indiscutible,
y entre signos de exclamación
perdí el norte.
Será que cada tarde, sobre las siete,
invade la sensación de pertenecer
a absolutamente ninguna parte.
O será que cada noche, a las doce y cuarto,
trepan por mis piernas arañas
desbocadas que sólo te buscan a ti.
Tengo que salir de la cama,
y torcer a la izquierda.
Probé a esquivarlas abriendo la nevera,
contando rotuladores indelebles,
duchándome con agua hirviendo,
redibujando mis ojos en el vapor de espejo.
Y sólo funciona torcer a la izquierda.
Pero inevitablemente, quedé colgada
del último signo de interrogación.
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