Decidiste tragarte el reloj porque te jodía el tiempo,
lo que no sabías es que lo oirías siempre dentro.
Decidiste entonces encerrarte en un refugio nuclear:
frío, sólo, no te moviste de una silla: comer, dormir y respirar.
Pasaste allí cinco años, y notaste que te seguía saliendo barba,
creciendo el pelo, las uñas, pasabas de la tristeza a la añoranza,
te dolían los músculos que pretendían ser mármol: el tiempo.
Probaste a ser astronauta pero nunca entendiste de mates.
Oíste que si pasabas la vida en avión ahorrabas segundos.
Planeaste un atentado contra el Big Ben.
Una noche en la que vomitabas vodka, salió el reloj.
Te agarraste a la tapa del váter llorando a la cisterna.
Cielo, siempre llevaste dentro el tiempo,
te quedan dos vías: ser un huracán de vida
o resignarte en pocos minutos a la muete.
Lo dije en dos segundos cerca de tu tímpano.
Levantaste las pupilas y creo que me abrazaste con ellas.
Más tarde aprendiste a ser el huracán que me envuelve.
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PF.. impecable!
ResponderEliminarY tal vez simplemente es que me daban miedo los números, y claro, el tiempo es un tira y afloja entre el "querer" y el "poder", cuyos hilos solo se manejan reduciendo al absurdo y vertiendo polvo y oscuridad sobre el deseo.
ResponderEliminarEscribe Usía muy bien.
Creo que no. Casualidad y blogspot son dos poderosas herramientas : )
ResponderEliminarsencillamente genial.Mua!
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